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Empezamos conociendo al personaje de Antonio Banderas, Salvador Mallo y alter ego de ficción de Pedro Almodóvar, que viste como él, vive en una casa como la suya rodeado de sus mismas obras de arte, hundido en una piscina. Descubrimos sus cicatrices y dolores constantes a través de una bellísima secuencia animada de Juan Gatti, diseñador, fotógrafo y autor de los carteles de las películas de Almodóvar. ‘Sabor’, una película que rodó Salvador treinta años atrás, es recuperada por la Filmoteca, será la excusa de la película para que Salvador se reconcilie con el actor principal al que no perdonó su actuación, para volver en recuerdos al pasado, al cine, su primer amor y su primer deseo.

En esta autoficción, como la definen en la película, deducimos que el director nos quiere mostrar, a través de la música, la fotografía y sus colores, hasta del teatro, no tanto hechos en si, sinó sentimientos y deseos autobiográficos, momentos en que quizá le hubiera gustado que las cosas hubieran sido como las cuenta y no como sucedieron. Conocemos la relación con su madre ya mayor, Julieta Serrano, a través de flashbacks y en escenas volvemos a su infancia donde vivía en una casa-cueva, su madre entonces más joven interpretada por Penélope Cruz.

Por último, la mujer que le acompaña y asiste en el presente es Nora Navas. Maravillosas todas, así como el resto de interpretaciones. Reconocemos el estilo del autor constantemente pero aquí reducido a sencillez y elegancia formal, guardando para siempre toda la esencia de lo mejor en esta película.

Lo mejor: Si esta película ha servido de curación al director-personaje, para el espectador es terapia y no podíamos haber tenido una mejor sesión.

Lo peor: Estadísticamente la siguiente película que veamos no será igual de maravillosa.

Nota: 5/5