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Por fin llegó la segunda parte, el final de la historia de la lucha de los chicos del Club de los Perdedores contra sus miedos personificados en Pennywise como el bulling, los abusos, los maltratos, los complejos o el sentimiento de culpabilidad.

Conocemos de sobra a los siete amigos y teníamos curiosidad por saber cómo les había ido la vida, como serían de mayores y aquí nos reencontramos con ellos 27 años después. Un gran acierto la elección de los intérpretes tanto por su parecido físico con sus yo niños, como por sus virtudes actorales. Su vida adulta es mostrada en unas pinceladas hasta que se reencuentran en Derry convocados por Mike, el único miembro del grupo que no dejó el pueblo escenario de sus traumas infantiles.

La película es un bufet libre de efectos sonoros y visuales, va alternando la etapa infantil con la adulta en un carrusel de encuentros individuales de los protagonistas con el payaso, sin descanso para tomar aire, en un festival de sustos, hectolitros de sangre y otros líquidos y toda clase de monstruos. Para cuando llegamos al gran final ya estamos empachados.

A destacar una potente primera escena en el Derry actual, la visita de Bev adulta a la casa donde creció y quizá algún otro encuentro de Pennywise con alguna de sus víctimas que por ser un poco más sutil que el resto genera un poco más de tensión.

También hay algunas bromas y chistes bastante divertidos y un par de sorpresas que mejor no revelar. Y una bonita historia de amistad que es lo que nos ha traído hasta aquí.

Lo mejor: Las interpretaciones y elección de actores y actrices, el humor y varios encuentros con los monstruos/miedos.

Lo peor: Que el bosque no deja ver los árboles. Se hecha de menos un mayor desarrollo de los personajes en la etapa adulta.

Nota: 7