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En los últimos años, DC no ha producido largometrajes que pudieran describirse como “espectaculares”: algunos se dejaban ver y otros simplemente no querían ser vistos por nadie ―un sentimiento un tanto recíproco, a decir verdad. Sin embargo, en esta ocasión puedo afirmar con total convicción y certeza que DC se ha superado a sí misma pasando incluso por encima de Marvel.

No os equivoquéis, soy una fan empedernida del mundo que ha creado Marvel: de sus superproducciones y de alguna que otra de las series producidas por Netflix; por lo que al hacer tal declaración pretendo resaltar el tremendo e increíble trabajo cinematográfico que ha habido detrás de esta última película.

Tras haber visto como DC se estrellaba en varias ocasiones ―aún recuerdo con dolor Escuadrón suicida (2016)―, fui al pase de prensa sin ideas preconcebidas y sin haber leído o visto apenas nada al respecto y… ¡tachán! Me llevé una sorpresa espeluznantemente irrepetible.

Con la dirección a cargo de Todd Phillips (Juego de armas, 2016) quien hasta hace relativamente poco prácticamente se había encargado de manera exclusiva de dirigir proyectos de género cómico (la saga de Resacón en Las Vegas, entre otros), de repente da un salto y se adentra en el oscuro mundo del drama y el thriller, ¡y menuda manera de zambullirse!

Es imposible no sentirse sobrecogido con la perfectamente cohesionada tensión que esgrime la dirección de Phillips: los planos, el guion y la música van de la mano a lo largo de esta vorágine emocional que sufre Joker. Obviamente, el guion cuenta también con la magia de Todd Phillips y de Scott Silver quien hasta ahora había desempeñado cargos como director (en la serie Suits, 2011) y como actor (en la serie Instinct, 2018).

La historia, lejos de ser ordinaria y corriente, se cuenta de manera imaginativa y con leves toques que podrían considerarse un tanto indie, lo cual le proporciona una virtuosa originalidad.

Joker es presentado al principio de la película como un pobre marginado llamado Arthur Fleck (Joaquim Phoenix) que, según su madre (Frances Conroy de la serie ‘A dos metros bajo tierra’), ha venido a este mundo a repartir felicidad. La sociedad lo ignora y le da patadas a más no poder debido a un trastorno mental que le produce una carcajada nerviosa imparable. Sin embargo, Arthur quiere ser cómico y hacer reír a la gente, así que trabaja como payaso haciendo reír a niños en hospitales y promocionando establecimientos, mientras intenta crear sus propios números y ser como el famoso cómico de la televisión, Murray Franklin (Robert De Niro). El problema es que su humor va más allá del humor negro y la sociedad y su trastorno no se lo ponen nada pero que nada fácil.

Las carcajadas de Phoenix son increíblemente espeluznantes, se ríe de tal manera que acaba convirtiéndolas en una especie de tos nerviosa lo cual hace el tic más verosímil. Se adentra tanto en su personaje que no sabrías decir si realmente es solo una actuación o se siente identificado con él.

Al principio, logra que empatices con él e incluso llegas a comprender el porqué de sus actos a lo largo de su evolución como Joker, a la vez que sientes repulsión y manía y te encuentras frente a una dualidad contradictoria.

En definitiva, Joker es una historia que ahonda en lo más profundo e íntimo del origen del archienemigo de Batman, dejando al espectador con expectativas y ganas de más, y al resto de películas de superhéroes con el listón muy alto.

LO MEJOR: Phoenix abraza a su personaje, se camaleoniza y consigue crear una simbiosis perfecta.

LO PEOR: Son 2 horas escasas de puro virtuosismo cinematográfico, por primera vez en mi vida me habría gustado que fuera más larga. Lamentablemente, no me atrevo a destacar nada más.

NOTA: 5/5